Lecturas para una pandemia, con Andamana Bautista
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El bosque milenario, de Jiro Taniguchi
Presentada por: Andamana Bautista García (PDI de la Facultad de Ciencias de la Educación. ULPGC)
“… cierto día… un nuevo bosque nació”. Así comienza esta obra de Taniguchi que no es ni álbum ilustrado ni manga japonés ni bande dessinée a color. Tampoco es una obra para niños ni una obra para adultos. Es un poco de todo esto y, si me lo permiten, un mucho de Taniguchi. El bosque milenario forma parte de un proyecto mayor que el autor no pudo terminar. Falleció cuando esta primera entrega estaba en preparación. Tengo la sensación de que se fue en paz.
En este libro no solo se leen las palabras: también se lee una narrativa en imágenes con una cualidad poética que resulta en sí misma inspiradora. Es la inspiración que nace, a mi modo de ver, de la palabra y de la imagen transparentes. Transparentes en el sentido de que no buscan nada, no quieren nada de su lector más que un tiempo pausado de compartir. Y eso en estos tiempos es de agradecer.
Nos despierta a una sensibilidad sin querer hacerlo. El autor se vuelca en estas páginas porque ese es su propósito vital y nosotros lo recogemos y dejamos que nos recorra el cuerpo y el alma. No hay discurso adoctrinador, pero sí un mensaje esencial: debemos reconectarnos con la naturaleza, recuperar nuestro vínculo con ella y descubrir la fuerza que tiene esa unión. En estos tiempos en los que las aguas cristalinas y los peces han vuelto a los canales de Venecia y los niveles de contaminación se han reducido enormemente desde que estamos congregados en nuestras casas, no podemos desperdiciar la oportunidad de redefinir nuestra relación con nuestro entorno.
El protagonista de esta obra, Wataru, es un niño de diez años que descubre que su vínculo con el mundo natural es mucho mayor que lo que él podía haber imaginado. Lo descubre al verse obligado a vivir en el pueblo de sus abuelos maternos una temporada. Descubre que tiene el poder de escuchar la voz de los animales y de las plantas de su entorno y abre para sí mismo otra forma de vivir su vida. Wataru vuelve a sonreír al conectar con esta parte de sí mismo que, además, lo vincula con sus antepasados.
No esperen tramas complejas ni sobresaltos. Taniguchi no nos deja con dudas ni busca inquietarnos. Por eso me gusta para este momento en el que nos encontramos. Siéntense y no se abrochen el cinturón; el viaje es entre algodones, pero nos lleva lejos. Y, si les gusta, no dejen de leer El caminante, también de Taniguchi. Una lectura estupenda que nos recrea los plácidos paseos que damos sin otra meta que el propio paseo en sí. Volveremos a pasear como el caminante de este autor. Ojalá que lo hagamos habiendo aumentado nuestra propia estatura.