El «otro» cine negro en Vértigo y Filmoteca
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Febrero trae dos propuestas cinematográficas locales que merecen atención. Una de ellas, además, nos da la oportunidad de recordar la obra de un autor objeto de discusión y lamentablemente ausente en la Mediateca.
La Asociación de Cine Vértigo ofrece hoy una nueva entrega de los Ciclos CICCA. Recién concluido el dedicado a John Ford, nos traslada al cine que se rodaba en Estados Unidos en la segunda mitad de los años 40 del siglo XX.
En ese momento, junto a los estudios establecidos, una serie de producciones independientes permitieron destacar a cineastas emigrados desde Europa. Las suyas eran películas de serie B, por tanto, menos encorsetadas por la norma dominante. A esta concepción responden los cuatro títulos de «Los márgenes de Hollywood en la postguerra». Los cuatro, adscritos al cine negro.
Esta misma tarde abre el mini ciclo Edgar G. Ulmer, un checo que trabajó en Berlín antes y después de emigrar a Norteamérica en los años 20 y que se movía a gusto en la zona marginal del cine. Su etapa de mayor éxito en Hollywood se ubica en los 40 y primera mitad de los 50. Entusiastas como Truffaut, Godard y Bodganovich lo reivindicarían más tarde. Detour (1945) es su película más reconocida; para un sector de la crítica, además, la mejor de la historia de aquella serie B en blanco y negro.
El húngaro Steve Sekely y el triestino Paul Henreid codirigieron La cicatriz (1948), protagonizado por el mismo Henreid, el antinazi Victor Laszlo de Casablanca, y Joan Bennett, característica femme fatale del género. Un año antes, Henreid había estrenado High Tide (Ambición perversa), combinación de dos géneros queridos en Hollywood: noir y periodismo. Por último, Con las horas contadas (1949) narra las últimas horas de vida de un notario que ha sido envenenado; su director es Rudolph Maté, un polaco que brilló a ambos lados del Atlántico en la dirección de fotografía antes de adquirir responsabilidades mayores.
Ralph Bakshi: Urban Noir
Filmoteca Canaria también recurre al cine negro, pero desde una perspectiva bien distinta. Radical, podría decirse. Se trata de cinco títulos de uno de los creadores de animación más innovadores en este campo a finales de los 60 y durante la siguiente década. A las generaciones más jóvenes acaso les suene el nombre de Ralph Bakshi por la adaptación incompleta de El señor de los anillos en 1978. Las más cinéfilas lo recordarán por El gato Fritz, su primer largometraje, basado en la tira cómica de Robert Crumb. Aquella controvertida sátira de la realidad socio-política estadounidense a principios de los 70, resultó un éxito a escala mundial y devino en película de culto.
Sin abandonar la comedia negra y la ambientación urbana, pero mezclando animación y acción real, Tráfico pesado (1973) mantiene el tono surrealista de su predecesora. La cultura underground, el racismo, las drogas, la violencia, la sexualidad vuelven a marcar una cinta que también recibió calificación X (solo para adultos) y las mejores críticas. Cooskin (1975), sátira multirracial que cuenta con la inconfundible voz del cantante Barry White, cierra este repaso por los 70 del neoyorquino.
Tras la problemática producción del universo tolkieniano, regresó a un terreno más personal y conocido. American Pop (1981) sigue la historia de su país en el siglo XX a través del devenir de cuatro generaciones de una familia judía de origen ruso amante de la música. Cool World (1992), parcialmente animada, reunió a Kim Bassinger, Brad Pitt y Gabriel Byrne en una historia de corte neo-noir futurista localizada en un Las Vegas multidimensional. Este sería el último trabajo importante de Bashki para la gran pantalla, desde entonces centrado en proyectos televisivos, series y cortos y mediometrajes.