Grace (1994)
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(© Columbia. Fuente: Wikipedia)
Por este blog han pasado artistas en pleno debut y grupos disolviéndose cuando estaban en todo lo alto. También hay quien saca un disco y luego desaparece, debido al fracaso o a una muerte prematura. A veces, su figura se reivindica póstumamente.
Éste último es el caso de Jeff Buckley, cantautor estadounidense fallecido en la cima de su popularidad. Su legado: Grace (CD 934), el álbum que se asoma este mes a tu espacio musical en The End.
Jeffrey Scott Buckley (1966-1997) tardó un poco en encontrar su sitio. Y eso que no le faltaban antecedentes: hijo del cantante Tim Buckley (quien lo abandonó antes de nacer y murió cuando el niño contaba solo ocho años), madre formada al piano y al violonchelo, padrastro aficionado al rock. Como fuere, las primeras oportunidades llegaron a raíz de su traslado a Nueva York en los primeros 90. Se hizo asiduo tocando en clubes y cafés, con un repertorio que incluía temas propios (algunos escritos con el guitarrista Gary Lucas), pero, sobre todo, versiones de una amplia variedad de artistas y estilos. De todo aquello resultarían dos cosas. La primera, un EP con cuatro temas registrados en vivo en Sin-è (el local del East Village que ayudaría a proyectar más de un carrera musical a principios de la década), que se publicó en noviembre de 1993. La segunda, la inmediata grabación de un álbum completo que vería la luz en agosto del año siguiente.
Con el apoyo de un equipo de músicos y colaboradores, Buckley puso su voz y su guitarra (más algún otro instrumento) al servicio de los diez temas finalmente recogidos en el elepé. Tres eran versiones y siete originales. Tienen en común el sentimiento de la soledad y la pérdida, expresado por medio de letras melancólicas. Pero —y este el punto—, las voces, las melodías y los arreglos son todo lo contrario a la sensiblería. Además, tratándose de canciones pensadas para locales pequeños y de acústica reducida, suenan estupendamente bien en el disco. Lo prueba Grace, el sencillo homónimo, primero de cuatro que se llegaron a editar. Esta pieza, una de las dos acreditadas a Buckley-Lucas, ofrece un sonido rico en matices y con ecos del rock progresivo y folk:
Entre el resto de temas, los hay que respiran un sonido más pesado (Last Goodbye); versiones de clásicos (la balada Lilac Wine, aquí a lo Nina Simone); incluso, la adaptación de un villancico tradicional reconfigurado por el compositor Benjamin Britten, que Buckley canta en falsete, fascinado por la interpretación que escuchase a la mezzosoprano Janet Baker (Corpus Christi Carol). Pero, si por algo es recordado este disco, es por Hallelujah. Inspirada, a su vez, en la anterior de John Cale, es una de las mejor consideradas entre las muchas versiones aparecidas hasta la fecha del clásico de Leonard Cohen:
En un tiempo musical marcado por el grunge y la respuesta del brit pop, Grace y sus sencillos promocionales tuvieron poca difusión en las radios y, o no alcanzaron, o apenas sobresalieron en las listas (Last Goodbay, segundo single, fue número 19 en el US Billboard de «rock alterrnativo y moderno» y 54 en el UK Singles Chart). Sí que entusiasmaron a la crítica y merecieron elogios de un puñado largo de artistas que habían influido a Buckley, desde Bob Dylan a Led Zeppelin. Mientras tanto, él pasó un año y medio de gira dentro y fuera de los Estados Unidos. En 1996 empezaba a trabajar en un segundo álbum de estudio. Y ocurrió la tragedia. El 29 de mayo de 1997, moría ahogado en circunstancias extrañas. Después, lloverían los homenajes y reconocimientos. Y las discográficas se apresurarían a desenterrar cualquier material inédito, grabaciones en vivo, tomas alternativas, demos... La promesa del futuro brillante quedó en nada. Pero Grace pervive como un clásico al que conviene revisitar de vez en cuando.
El CD de la Mediateca es una reedición póstuma, ya que incluye una pista más que la original del 94: Forget Her, registrada durante las mismas sesiones de grabación, pero oficialmente inédita hasta el lanzamiento de la «edición legado» de Grace en 2004.