The Last Picture Show (1971)
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Hoy se hacen públicas las nominaciones a los Oscar 2022. Lo que nos recuerda que nuestra película del mes de febrero estuvo nominada a ocho galardones y ganó dos, aunque ninguno de las cinco categorías principales (película, dirección, actor, actriz, guion). Es uno de esos casos en los que el título original se reconoce antes que la traducción española. Porque, si escribimos La última película, probablemente te sonará menos que el inglés The Last Picture Show (DVD 6289). Como quieras llamarlo, es el filme más aclamado del recientemente fallecido Peter Bogdanovich.
La pasión del neoyorquino por el cine surgió en la adolescencia, cuando empezó a llevar un registro de las películas que veía, que llegaron a ser hasta ¡400 al año! Aunque estudió arte dramático, sus primeras ocupaciones fueron de programador y crítico. Después, influido por la Nouvelle Vague y los Cahiers du Cinéma, dio el salto a la dirección, de la mano de Roger Corman, mentor de una larga nómina de nuevos valores que incluye a Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, James Cameron y Ron Howard. De este modo adquirió la experiencia necesaria para afrontar luego proyectos de más calado. En efecto, entre 1971 y 1973 estrenaría los cuatro títulos más reputados de su carrera: el documental Dirigido por John Ford, donde repasa la vida y la obra de una leyenda viva del Hollywood clásico; y tres largometrajes de ficción, comenzando por nuestra propuesta del mes.
The Last Picture Show adapta la novela de 1966, homónima y semiautobiográfica, del escritor Larry McMurtry. Transcurre entre noviembre de 1951 y octubre de 1952, en un pequeña localidad petrolera en declive de Texas. Allí, tres adolescentes al borde de la madurez (y no solo ellos) aspiran a escapar de la aburrida y asfixiante monotonía de sus vidas insatisfechas. ¿Lo lograrán? No cometemos espóiler adelantándote que el guion de Bogdanovich y McMurtry no es precisamente esperanzador. Al contrario que el final de Río Rojo, la película que los amigos Sonny y Duane ven juntos antes de que el segundo parta a combatir en la guerra de Corea. Una última sesión de cine en más de un sentido.
Producción y rodaje se beneficiaron de dos influencias. Una, la de Polly Platt, esposa y colaboradora de Bogdanovich, que, participó en la adaptación de la novela, aunque no se le acreditase como coguionista. Dos, la de Orson Welles, cuya obra maestra, Ciudadano Kane, inspiró en gran medida el hacer del joven director, incluyendo la decisión de filmar en blanco y negro, algo ya en desuso, pero que se demostró una elección estética acertada. Se rodó en la ciudad natal de McMurtry, cambiando el nombre por otro —Anarene— que la vinculase con la Abilene del western de Howard Hawks. Los tres personajes centrales los encarnan rostros poco o nada conocidos en aquel momento: Timothy Bottoms, que ese mismo año había debutado en el drama antibelicista Johnny cogió su fusil; el televisivo Jeff Bridges, en su primer papel importante; y la modelo Cybill Shepherd, expresamente elegida por Bogdanovich. Les acompaña un plantel más veterano que incluye a Ben Johnson, Cloris Leachman y Ellen Burstyn.
La película fue recibida calurosamente por la crítica, que destacó su pulso narrativo y su capacidad para evocar el estado de ánimo de la ciudad y sus habitantes. Fue nominada a los Premios de la Academia en los apartados de mejor película, dirección, guion adaptado y fotografía, y doblemente en los de mejor actor y actriz de reparto. Johnson y Leachman se llevaron sendas estatuillas en estas dos últimas categorías, a las que también habían optado Bridges y Burstyn.
A sus 32 años, Bogdanovich fue aclamado como el sucesor de Orson Welles, una comparación tal vez excesiva para quien hasta ese instante había sido poco más que un reputado crítico cinematográfico. En cualquier caso, fue el principio del periodo más dulce en su trayectoria, que, aunque breve, se prolongó gracias a dos comedias: la romántica ¿Qué me pasa, doctor? (1972), protagonizada por Barbra Streissand y Ryan O'Neal; y la dramática, ambientada en la época de la Gran Depresión, Luna de papel (1973), otra vez con Ryan y su hija Tatum. Ninguno de sus títulos posteriores gozaron de tanto éxito. Aparentemente, tampoco su vida personal. Inició un relación sentimental con Cybil Shepherd, que no fructificó en el plano artístico, pero que rompió el matrimonio con Polly Platt. Es posible que la pérdida de su más cercana colaboradora influyera en lo irregular de su filmografía posterior. Esta incluye Texasville (1990), una innecesaria secuela de La última película que volvía a reunir al trío Bridges-Shepherd-Bottoms; y, como punto final, en 2018, un documental biográfico sobre el gran Buster Keaton.
Independientemente de los aciertos y desaciertos de su director, nadie discute la importancia de una película que supo expresar las inquietudes de una nueva generación de cineastas americanos. Esa que, por ejemplo, mostraba los sueños rotos de quienes veían escaparse la vida entre el billar, la cafetería y la sala de cine de ciudades polvorientas donde nunca pasaba nada.