Barry Lyndon (1975)
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¿Qué responderías si preguntamos por películas de Stanley Kubrick? Seguro que Senderos de gloria, Espartaco, 2001: una odisea del espacio, La naranja mecánica, El resplandor… ¿Y Barry Lyndon (DVD 1582)? Desde luego, no es desconocido para la comunidad cinéfila, pero decididamente sí menor para el público general en el contexto de una obra plagada de cabeceras célebres. Si es tu caso, lo que sigue quizá te ayude a mudar de idea.
Aquel neoyorquino, después nacionalizado británico, empezó rodando documentales de corto y medio metraje. Su primer largo, un drama bélico ambientado en la II Guerra Mundial, le decepcionó hasta el punto de intentar quemar todas las copias años más tarde. El segundo intento, un título de cine negro, ya mostraba lo que sería la marca de Kubrick. El posterior y relativo éxito comercial de Atraco perfecto (1956) atraería la atención de Kirk Douglas. De esta colaboración salieron los dos primeros títulos antes citados; los Óscar y el Globo de Oro que se llevó Espartaco bastaron para elevar el estatus de Kubrick dentro de la industria.
Si algo distingue a nuestro director es la habilidad de abordar géneros diversos, sin perder por ello su sello. Incursionó en el drama bélico (mejor dicho, antibelicista: La chaqueta metálica), la ciencia ficción, el terror, la sátira política (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú), incluso largometrajes más complicado de encasillar como Lolita o Eyes Wide Shut. Y también el drama de época, como Barry Lyndon.
El arte y el prestigio (también la polémica) de Kubrick habían alcanzado un punto álgido tras 2001 (1968) y La naranja mecánica (1971). Para la nueva película, partió de un relato literario, como era habitual en él. La suerte de Barry Lyndon, un producto del realismo inglés de la primera mitad del siglo XIX, sigue las andanzas del personaje del título entre mediados del XVIII y el fin de las guerras napoleónicas. En su adaptación al cine, Kubrick se benefició de la experiencia adquirida durante la preproducción de un fallido proyecto sobre Napoleón Bonaparte. Su obsesión por el detalle se volcó en las localizaciones (en Inglaterra e Irlanda), en el vestuario y demás atrezo, en el rodaje en interiores a la luz de velas y reflectores (para lo que se utilizó una cámara de la NASA)... El guion sigue la estructura novelada en dos partes, mostrando el ascenso y la caída del desdichado irlandés del título.
Lo que sí cambia es el tono, menos picaresco y más dramático, así como el punto de vista del narrador, en tercera persona en lugar de autobiográfico. Se simplifican algunos acontecimientos y se introducen otros, además de transformar las características de determinados personajes. El talante del propio Redmond Barry y el de Lady Lyndon (esposa de un matrimonio interesado) tampoco son un traslado fiel del medio escrito al cinematográfico. Para el papel del primero se consideró a Clint Eastwood y Robert Redford; lo terminó encarnando Ryan O’Neil, una estrella en ascenso y, por cierto, de raíces irlandesas. El de Lady Lyndon recayó en Marisa Berenson, modelo y actriz a tiempo parcial, cuyo físico se adaptaba bien al carácter elegante y sensible que Kubrick imprimió al personaje.
La première londinense de Barry Lyndon (11 de diciembre de 1975) se adelantó una semana al estreno estadounidense. En taquilla le fue mejor en Europa que en América, casi triplicando el presupuesto de 11 millones de dólares. La recepción de la crítica tampoco fue tan positiva como la esperada después de las expectativas generadas por el impacto de las dos películas precedentes de Kubrick. En los BAFTA ganó el premio a la mejor dirección y a la mejor fotografía. Y, días después, la 48ª edición de los Óscar, dominada por Alguien voló sobre el nido del cuco, le reportó estatuillas en las categorías de dirección artística (hoy diseño de producción), fotografía (para John Alcott, en el equipo de Kubrick desde 2001 y que seguiría con él hasta El resplandor), diseño de vestuario y banda sonora original (adaptada), esta última consistente en una selección de piezas del Barroco (Bach, Vivaldi, Händel) y clásicas (Schubert) y de música popular irlandesa, más un score del compositor Leonard Rosenman.
Como sucede a menudo, un fracaso o un éxito a medias en el cine, con el tiempo gana aceptación y es revaluada dentro de la trayectoria de su creador o creadora. Barry Lyndon no es una excepción y ya hace tiempo que sus valores artísticos y técnicos la sitúan entre el resto de títulos memorables de su autor. Pero entonces, en la segunda mitad de los 70, Stanley Kubrick no podía saberlo. Su siguiente proyecto tomaría como base un relato de un género con tirón y de un escritor superventas. Uno que sí aunaría triunfo artístico y financiero y, que, por añadidura, se convertiría en un hito del cine de terror: El resplandor.
(Fotografía de Stanley Kubrick durante el rodaje de Barry Lyndon: © Warner Bros. Inc., 1975. D. P. Wikimedia Commons)