La soga (1948)
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Dos jóvenes organizan una pequeña fiesta privada en su ático de Mahattan. Entre los invitados figura su profesor favorito, con quien entablan una conversación sobre el «arte del asesinato». Lo que éste y el resto de asistentes ignoran es que la pareja de amigos ha dado muerte a un antiguo compañero de facultad y que lo han escondido en el arcón donde servirán la cena.
Con este planteamiento, Alfred Hitchcock estrenaba en 1948 la película más experimental de su dilatada y exitosa carrera en los Estados Unidos: La soga (DVD 5756). De aquella primera década americana del director británico se recuerdan títulos como Rebeca (1940), Sospecha (1941), La sombra de una duda (1943), Náufragos (1944), Recuerda (1945), Encadenados (1946)... El proceso Paradine, estrenado en 1947, fue su largometraje más caro hasta la fecha, pero no funcionó en taquilla. Lo siguiente que rodaría ya sería con Transatlantic Pictures, la efímera empresa que fundó con Sidney Bernstein para producir películas en Londres y en Hollywood.
Rope (la traducción española es literal) llama la atención por varias circunstancias. Fue la primera película en color de Hitchcock y la primera en que dirigió a James Stewart. Adapta una obra de teatro del mismo título de 1929, a su vez inspirada en un hecho real acaecido cinco años atrás. A diferencia de aquella, el film suaviza —hasta casi ocultar del todo— la condición homosexual de la pareja de asesinos; una decisión sensata teniendo en cuenta los problemas de censura que hubiera ocasionado mostrarla abiertamente.
Donde más sobresale la cinta de 1948 es en el apartado técnico. La idea de hacer discurrir la trama en un escenario único no era nueva en el londinense (Náufragos transcurre en un bote salvavidas); pero sí lo fue la decisión de simular la acción ininterrumpida propia de la obra de teatro. Claro que la técnica cinematográfica de la época no lo permitía, así que hubo que ingeniárselas para que la sucesión de tomas de 10 minutos de tiempo máximo dieran la sensación de un solo plano largo. De ahí los movimientos de cámara y de actores y actrices cuidadosamente planificados, las marcas y señales dispuestas en el suelo, las paredes correderas para que pudiera pasar la cámara y el equipo de atrezo moviendo sillas y mesas mientras Stewart y sus acompañantes actuaban. El resultado son diez segmentos, enlazados por cortes y fundidos enmascarados. Añade a todo esto que hubo que volver a filmar algunas escenas y entenderás por qué la tensión afloró en el rodaje.
La soga recuperó lo invertido y obtuvo críticas mixtas. Causó cierta controversia por la disimulada homosexualidad del dúo asesino (hasta el punto de prohibirse la película en algunas ciudades de Estados Unidos), así como por las divagaciones de sus protagonistas sobre los seres humanos «superiores» e «inferiores». Hitchcock tampoco quedó del todo contento con su experimento. No obstante, es una película de corte teatral notable, no solo por el despliegue técnico que hay detrás, sino también por las interpretaciones de Stewart en el papel de Rupert Cadell y de John Dall en el del brillante esteta psicópata Brandon Shaw. Por no mencionar que esconde uno de los cameos de Hitchcock más curiosos, justo en el minuto 55:19. ¡Ah! Y por momentos como este:
(Fotograma de La soga, con John Dall, Farley Granger y James Stewart: Transatlantic Pictures, 1948. Dominio público. Wikimedia Commons / Alfred Hitchcock con el elenco de La soga: Transatlantic Pictures, 1948. Dominio público. Wikimedia Commons)