Richard Strauss, según Karajan
- Compartir en Linkedin
- Compartir en Twitter
- Compartir en Facebook
- Compartir en las redes:
Este año se cumplen unos cuantos aniversarios musicales interesantes. En la Mediateca tenemos discos que entran dentro de esta categoría, bien por la fecha de grabación, bien por la de edición. Daremos salida a los que todavía no han visitado The End, empezando por el de música clásica que hoy te proponemos.
Sus protagonistas son dos artistas que cualquier amante del género identifica sin dudar. El primero es el compositor, Richard Strauss (1864-1949), último gran representante, junto a Mahler, del romanticismo tardío alemán. Famoso por sus óperas, Lieder (canciones líricas breves, para voz solista y acompañamiento) y poemas sinfónicos, asistió al auge y caída del Segundo y Tercer Reich y conoció las dos guerras mundiales. La segunda de ellas lo afectó profundamente, como refleja su última producción musical.
Herbert von Karajan (1908-1989) también vivió los convulsos años 30 y 40 del siglo XX. Su relación con el régimen nazi sigue siendo objeto de polémica, en mucha mayor medida que la de Strauss. Pero, tras la Segunda Guerra Mundial, supo labrarse una reputación internacional, sobre todo a partir de que se hiciera cargo del puesto de director de la Orquesta Filarmónica de Berlín en 1955, con carácter vitalicio. Dotado de una ambición sin límites impulsada por una férrea voluntad de éxito y de olfato para la autopromoción, sería una de las personalidades clave en la expansión del negocio de la música clásica en la segunda mitad del siglo XX, estrella del prestigioso sello Deutsche Grammophon y promotor entusiasta del disco compacto en la década de los 80.
La música de Strauss estuvo presente en la carrera de Karajan desde el inicio, dirigiendo programas y grabando discos parcial o enteramente compuestos por obras del maestro. El que te recomendamos ahora (CD 3205) reúne tres piezas fundamentales suyas. Tienen en común un halo de despedida, aunque Tod und Verklärung (Muerte y transfiguración), poema sinfónico que representa la muerte de un artista, la firmase Strauss a los 34 años. En cambio, Metamorphosen (Metamorfosis) y Vier letzte Lieder (Cuatro últimas canciones) son obras tardías de intensidad emocional, que parecen anunciar la cercanía del fallecimiento del autor.
En 1995, DG relanzó las tres, en un solo CD, dentro de la serie The Originals, dedicada a rescatar «grabaciones legendarias» de su catálogo. En este caso, de 1969 (Metamorphosen) y 1972-73 (Tod und Verklärung y los Lieder), pero comercializadas por vez primera en 1971 y 1974, respectivamente. Karajan se hace acompañar de su orquesta berlinesa, a la que había dotado del refinamiento sonoro y las texturas densas que caracterizaron al director en sus años de mayor popularidad. Las tres merecen ser escuchadas porque, además, permiten disfrutar del excelente trabajo de los ingenieros de sonido de DG. Sí es verdad que, en los Lieder (textos basados en tres poemas de Herman Hesse y uno de Joseph von Eichendorff) la toma se antoja reverberante en exceso y desequilibrada hacia el lado de la voz soprano. No obstante, Gundula Janowitz, sin ser quizá la mejor intérprete posible, transmite el tono otoñal de una composición cuyo estreno Strauss no llegaría a ver. El sentimiento de adiós culmina en la última canción, Im Abendort (En el ocaso), contribuyendo tanto la letra («Lejana, calmada paz / tan profunda en el crepúsculo. / Qué cansados estamos del camino, / ¿es esto quizá la muerte?»), como las dinámicas orquestales y el tempo.
(Fotografía: Karajan en 1954. Wikimedia Commons)