La pasión de Juana de Arco (1928)

09 Junio 2023

(Fuente: FilmAffinitty)

Volvemos al cine mudo. Y al Medievo francés. Dos por uno. Pero, ojo, porque es una apuesta arriesgada. No se espera menos de Carl Theodor Dreyer (1889-1968), director dotado de un estilo tan genuino como alejado del gusto mayoritario.

Lo mismo cabe decir de La pasión de Juana de Arco (DVD 4899, 4904), una cinta que, no obstante, siempre entra en los rankings de las mejores películas de todos los tiempos y, en particular, del cine silente. Si nos acompañas, te contamos por qué.

La calidad prima sobre la cantidad en el danés: poco más de una docena de largometrajes en cincuenta años. Empezó trabajando de periodista, antes de introducirse en la industria cinematográfica en calidad de redactor de interludios. En el apogeo del cine mudo, recibió dos influencias fundamentales: del norteamericano D W. Griffith, la lección de valores contenida en la mítica Intolerancia (1916); y del sueco Victor Sjöström, el sentido de la alegoría y lo fantástico que encierra La carreta fantasma (1921).

Carl Theodor Dreyer tres años antes de su fallecimiento. (Erling Mandelmann. Fuente: Wikimedia Commons CC BY-SA 3.0).

Gracias a la acogida que tuvo en Francia El amo de la casa (1925), surgió la oportunidad, cursada por la Société Générale Des Films, de rodar una película sobre un personaje histórico femenino de aquel país. La elegida fue Juana de Arco. La imagen de la heroína (santa desde 1920) encajaba con el propósito de rearme moral y espiritual de la nación después de la experiencia traumática de la Primera Guerra Mundial. Un contexto que se aprecia mejor al advertir que Abel Gance estrenó en 1927 lo que debería haber sido el comienzo de un descomunal proyecto sobre otro mito patrio: Napoleón. El acercamiento de Dreyer al suyo era distinto: igualmente interesado en la experimentación técnica, pero mucho más atento a la psicología que a la acción. Además, a diferencia del realizador parisino (otro pionero del cine mudo), desechó las obras de ficción previas y acudió directamente a la reciente transcripción (1921) del juicio que condenase a la Doncella de Orleans a morir en la hoguera en 1431. De ahí extrajo los fragmentos, muy resumidos, que utilizaría en el guion definitivo. El transcriptor Pierre Champion sería el asesor histórico y el novelista Joseph Detteil el coguionista acreditado.

Detalles como los cascos de los carceleros ingleses (enemigos medievales, aliados contemporáneos), recordaban al público francés la guerra de 1914-1918.

Sin embargo, a Dreyer no le obsesiona la fidelidad histórica. Indaga en el lado humano, teñido de mística. Busca conmover, transmitiendo el horror del tormento a que es sometida Juana por unos verdugos carentes de piedad. Y lo consigue, llevando el primer plano a cotas de expresividad que enfatizan la soledad de la una, su dolor, frente al acoso rayano en el sadismo de los otros. La desnudez blanca de los espacios acentúa este carácter a la par realista y expresionista de la puesta en escena. Rueda con luz natural, o marcando los contrastes y los contrapicados, mientras que el vestuario es de una sobriedad rigurosa. No es de extrañar que apenas se aprecie la detallista y carísima reconstrucción en plató del castillo de Ruan donde estuvo prisionera Juana.

La fuerza expresiva de la mirada.

Encabeza el reparto Maria Falconetti, actriz de teatro que impresionó a Dreyer, tanto para darle el papel de su vida. Su cabeza afeitada y su rostro sin maquillaje son, desde entonces, un icono de la interpretación dramática. Se discute si esta fue su primera aparición en el cine. Desde luego, fue la última y, aparentemente, le supuso un esfuerzo físico y emocional, reflejado en la angustia que transmite al personaje. Como otras genialidades anteriores al sonoro, La pasión de Juana de Arco (título que da la medida exacta de la intención de mostrar un sacrificio) tuvo una circulación accidentada. Fue aclamada por la crítica, recibida por el público como un documental histórico, y un fiasco financiero. El estreno en Francia se retrasó debido a la oposición de sectores nacionalistas recelosos de que un extranjero y protestante reflejara la grandeza de aquel mito nacional y católico. También, la censura eclesiástica y gubernamental metió las tijeras. Varios infortunios más tarde (incluido el incendio de los dos primeros negativos), salió la versión de Lo Duca, con el añadido de música barroca y la sustitución de los intertítulos por subtítulos, que no gustó a Dreyer. Afortunadamente, en 1981 se encontró una copia original certificada en Oslo; y por fin pudo disponerse de la película tal y como era antes de los recortes.

La edición en DVD de la Mediateca permite disfrutar la película en versión original, en completo silencio o con acompañamiento de piano.

El último largometraje mudo de Dreyer le reportó fama mundial. En el futuro añadiría unos cuantos títulos emblemáticos. Vampyr (1932), Dies  irae (1943), Ordet (1955) y Gertrud (1964) han quedado como otras tantas obras maestras de un director ajeno a las corrientes dominantes, dueño de un estilo personalísimo. Y no te lo vamos a negar: precisamente por lo atípico de su autor, y porque La Passion de Jeanne d'Arc significa el triunfo de la imagen sobre la palabra, siempre ha sido una película difícil de ver. ¿Merece la pena? Decídelo tú.

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