Ennio: el maestro (2021)
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Los habrá mejores, pero pocos tan prolíficos, influyentes y populares como Ennio Morricone. Con más de 400 bandas sonoras en su haber, un puñado de ellas legendarias, el italiano ocupa un lugar sobresaliente entre los compositores que deben la fama al séptimo arte.
Su muerte en julio de 2020 hizo que se multiplicaran los homenajes y recuerdos póstumos. Uno de los más interesantes es Ennio: el maestro (DVD 11372), del realizador Giuseppe Tornatore. Un documental que llegó a las estanterías de la Mediateca concluyendo el año pasado y que no dudamos en recomendarte como primera propuesta cinematográfica de este 2023.
Desde niño, Morricone pareció predestinado a ser músico. Hijo de padre trompetista, su talento natural para la composición lo condujo al conservatorio, primero, y al teatro y la radio, después. Adquirió experiencia y prestigio arreglando para la RAI y RCA un buen número de éxitos de cantantes nacionales e internacionales entre los años 50 y 60 del siglo XX. De 1964 a 1980 también formó parte de Nuova Consonanza, conjunto de vanguardia centrado en la improvisación musical. Dentro de esta línea más culta, llegaría a reunir más de 100 composiciones, experimentales o no; la penúltima una misa para el papa Francisco en 2015, y la última una pieza para conjunto mixto escrita en el mismo año de su fallecimiento.
Sin embargo, es cierto que el reconocimiento internacional lo debe al cine. No deja de ser curioso, porque él mismo afirma en el documental que, en un principio, le resultaba humillante dedicarse a esta categoría musical. De hecho, la relación con su maestro, Goffredo Petrassi, y con varios de sus compañeros de generación, se vio enturbiada por la opinión extendida de que dedicarse a la música ligera y cinematográfica era tarea impropia del verdadero compositor. Pero al romano, el eclecticismo de géneros y estilos, precisamente, le sería de gran utilidad: «Un músico de cine», explica, «debe ser capaz de hacer de todo, desde sinfonías a canciones populares». Y esa máxima aplicó tanto en comedias, westerns y dramas, como en el giallo (el thriller italiano), el cine político, el documental, etc.
Esta versatilidad se cimentó en el trabajo para directores de características y estilos dispares, a partir de que entregase su primera partitura completa, en 1961. La asociación más recordada es la que mantuvo con Sergio Leone: por supuesto, los míticos spaghetti westerns de 1964-1971; pero, también, Érase una vez en América, que, al fin, le valió a Ennio el reconocimiento de los compositores académicos. Todos los filmes de Tornatore, de Cinema Paradiso en adelante, igualmente contaron con su música. Además, participó en seis proyectos de Quentin Tarantino, fan suyo reconocido; el último, Los odiosos ocho, le valió a Morricone su único Óscar a la mejor banda sonora (2016), después de haber estado nominado cinco veces (a destacar la nominación de 1987, por La misión: llegó en el momento en que había decidido dejar la música para cine) y de haber recibido un premio honorífico en 2007.
El retrato que Tornatore transmite del personaje puede estar descompensado y sesgado, pero consigue lo que nadie antes: que el extremadamente tímido y poco hablador Morricone se emocione y ría recordando su pasado, mostrando una humanidad y una cercanía desacostumbradas ante la cámara. Por otra parte, es un testimonio directo y en primer plano, lo que tampoco se había hecho en un documental sobre un compositor de música de cine pensado para la gran pantalla. Todo un elogio para este creador de melodías imperecederas que aseguraba no ser melódico.