Las aventuras del príncipe Achmed (1926)
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Si hablamos de cine de animación, lo primero que viene a la cabeza es el imperio Disney/Pixar (y sus clones surgidos por todo el mundo) y el anime japonés. Si, además, eres fan del género, conocerás algunos títulos que se salen de la norma estética y temática establecida por aquellas dos grandes potencias.
Lo que quizá no sepas es que el primer largometraje de animación de la historia (o, al menos, el más antiguo que se conserva), no fue ni americano, ni japonés, sino europeo. Más concretamente, alemán. El 23 de septiembre de 1926, Lotte Reiniger, pionera de la animación con siluetas, estrenaba en su país Las aventuras del príncipe Achmed (DVD 1183). Te contamos algunos detalles de esta obra fascinante.
(Una aclaración: aunque El hundimiento del Lusitania [Winsor McCay, 1918] fue el trabajo de animación más largo en su momento, se trata de una ficción documental que no excede los 10 minutos; es decir, hoy entraría en la categoría de cortometraje. En cambio, la criatura de Reiniger supera la hora de duración y no intenta reproducir o inspirarse en un acontecimiento real. Con el mérito añadido de ser la primera en emplear el sistema multiplanos que luego perfeccionó y popularizó Disney.)
Siendo apenas adolescente, la berlinesa se interesó por la vanguardia artística personificada en autores de la talla de Georges Méliès (Viaje a la Luna) y Paul Wegener (El Golem). Trabajó para este último, confeccionando decorados, accesorios y las siluetas para los rótulos que se intercalaban en sus películas. Después, aprovechando la experiencia y la recomendación del cineasta alemán, se zambulló en el ambiente experimental de la escena cultural de la República de Weimar. Realizó media docena de cortos, trabajó en los efectos especiales de películas de imagen real y en anuncios publicitarios. Y entonces llegó la gran oportunidad: un adinerado admirador de su obra se ofrecía a financiarle un largometraje de animación y el estudio donde hacerlo.
El resultado fue Die Abenteuer des Prinzen Achmed, que adapta elementos sacados del clásico de la literatura árabe Las mil y una noches. Un cuento fantástico conteniendo todos los tópicos del exotismo oriental según Occidente: el príncipe que da nombre al título, la princesa de una tierra lejana a la que rapta y enamora, un caballo volador, un terrible hechicero africano, unos chinos malvados, la bruja de una montaña, monstruos y espíritus, Aladino y su lámpara mágica...
Por supuesto, lo más llamativo de esta película, como del resto de trabajos de Reiniger, es la técnica empleada. Las figuras recortadas tienen una tradición muy anterior a la invención del cine. Así, la animación con siluetas de la alemana debe mucho a los títeres del teatro de sombras javanés (Wayang). La figura no se ilumina, sino que se proyecta sobre un plano, y para el color se utilizan transparencias. Como en el stop motion (uno de cuyos máximos pioneros había sido Méliès), la ilusión de movimiento se consigue cambiando la posición de la figura fotograma a fotograma (24 por cada segundo transcurrido). Una labor paciente y meticulosa, que exigía muchísimo tiempo, bastante inventiva y un buen equipo de ayudantes. Reiniger asumió las tareas habituales de escribir el guion (el texto y el gráfico), crear los personajes y recortar las figuras, aparte de configurar los movimientos con ayuda de Alexander Kardan y Walter Türck. Su marido Carl Koch también era su productor y fotógrafo. Los animadores Berthold Bartosch y Walter Ruttmann se ocuparon de los fondos brillantes y los efectos especiales. Los fotogramas se colorearon a mano. Sin olvidar el empleo de multicapas para lograr determinados efectos.
Después de tres años de producción, el Príncipe Achmed se estrenó con éxito, y su proyección en París, apoyada por Jean Renoir y René Clair, levantó tal entusiasmo que llenó las salas durante nueve meses. Posteriormente, pudo ser vista en todo el mundo. El negativo original se perdió en Berlín terminando la segunda Guerra Mundial. Afortunadamente, el British Film Institute conservaba un positivo en nitrato, del que se sacaron copias. En 1999, con motivo del centenario del nacimiento de Reiniger, se restauró con intertítulos copiados de los diseños originales de Edmund Dulac y una nueva grabación de la partitura preservada en la Biblioteca del Congreso de Washington.
Esta es la versión del DVD de la Mediateca. Incluye un documental sobre la vida y la carrera de la directora, sin doblaje ni subtítulos, pero donde se explica el proceso de trabajo que dio lugar a maravillas como esta que hoy te proponemos. La película, naturalmente, es muda o silente, salvo por el acompañamiento musical, y subtitulada en inglés. Ni esto, ni los inevitables clichés y estereotipos, perjudican el disfrute de una obra tan encantadora, poética, elegante, inventiva y viva, ahora como hace 95 años.