El chico que conquistó Hollywood (2002)
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Cuando se habla de productores de cine, suele citarse, en primer lugar, a los grandes nombres que construyeron el Hollywood dorado: Irving Thalberg, Joseph M. Schenck, Louis B. Meyer, David O. Selznick, Samuel Goldwyn, entre otros. A mediados de los años 60, todos ellos estaban muertos o retirados, pero incipientes talentos estaban a punto de alumbrar un «nuevo Hollywood».
Uno de ellos es el protagonista de nuestra primera «peli del mes» de este curso: El chico que conquistó Hollywood (DVD 2049). Ten por seguro que, sin el apoyo de individuos como Robert Evans, directores de la talla de Francis Ford Coppola, Steven Spielberg, Martin Scorsese, Brian de Palma y George Lucas, lo habrían tenido más difícil para triunfar.
"Mi ego era mayor que mi codicia"
La vida de Robert J. Shapera (su nombre real) responde a la muy americana —y muy cinematográfica— búsqueda del éxito y la fama. En realidad, ambas cosas le llegaron un poco por casualidad. Con cierta experiencia en la radio y mínima en el cine, conoció a la viuda de Irving Thalberg, la popular actriz de los años 30 Norma Shearer, quien le propuso interpretar el papel de su esposo en El hombre de las mil caras (1957). A la cuarta película, quedó claro que la actuación no era lo suyo. Decidió entrar en el negocio de la producción y compró los derechos de la novela El detective para adaptarla a la gran pantalla. Su estilo agresivo atrajo la atención del dueño de Gulf & Western's, fichándolo de vicepresidente ejecutivo de producción de la Paramount Pictures. A pesar de su inexperiencia, transformó aquel «elefante blanco» (un negocio con más pérdidas que beneficios) en el estudio más exitoso de Hollywood y, lo más importante, en una empresa rentable.
Desde dentro, o en calidad de productor independiente, dio a la Paramount un buen puñado de títulos reconocibles: Descalzos por el parque y La extraña pareja (1967), La semilla del diablo (1968), Un trabajo en Italia y Valor de ley (1969), Love Story (1970), El padrino (1972) y su primera secuela (1974), Serpico (1973), La conversación y Chinatown (1974). Después del éxito crítico y comercial de esta última, se lanzó a producir por su cuenta. Marathon Man (1976) y Popeye (1980) pertenecen a esta segunda etapa. Luego, empieza el declive. Condenado por tráfico de cocaína (de la que era consumidor) en 1980, y envuelto mediáticamente en el asesinato del empresario teatral Roy Radin en 1983, Evans solo produjo dos películas en doce años. La primera, Cotton Club (1984), fue un sonoro fiasco comercial al que no fue ajeno su enfrentamiento con el director, Coppola. Ninguno de los cinco trabajos pactados con Paramount en 1991 le devolverían del todo el antiguo crédito. Aún así, la relación se mantuvo hasta julio de 2019, tres meses antes del fallecimiento del productor.
El chico que conquistó Hollywood adapta The Kid Stays in the Picture, la autobiografía que Robert Evans publicó en 1994. Dirigida por Brett Morgen y Nanette Burstein, se apoya en fotografías, entrevistas y secuencias de películas, recorriendo su trayectoria entre el encuentro con Shearer en 1956 y su reconciliación con la Paramount en el 91. La narración es del propio Evans y se dejan de lado elementos que sí están presentes en el libro. El resultado está lejos del reclamo de «apasionante retrato del Hollywood más auténtico», de «éxito, escándalos, sexo, tragedia, infamia», que acompaña al documental desde su estreno en el Festival de Cannes. Por otra parte, la visión subjetiva condiciona el relato, aunque Evans hace gala del carisma que lo condujo a la Paramount con solo 34 años y no rehúye los temas delicados. No obstante sus limitaciones, vale la pena que veas este relato de ascenso, caída y redención (otro cliché muy estadounidense) de uno de los personajes que mejor definieron el cine americano de los años 60 y 70 del siglo pasado. Ah, y no te pierdas los créditos finales.