Tiburón (1975)
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Durante el mes de agosto The End se tomará un descanso. Pero aún queda tiempo para una última propuesta de fin de semana. Considerando la estación del año en que nos encontramos, ¿qué tal una peli con sol, playa, pesca deportiva...?
Pues Tiburón (DVD 6003), el clásico de Steven Spielberg basado en el bestseller de Peter Benchley, tiene todo eso, pero no en el sentido relajante que imaginas. A menos que por “relajante” se entienda lo siguiente: a) un tiburón aterroriza a los bañistas de una isla de la costa este de Estados Unidos; b) tras algunos incidentes lamentables, el sheriff de la localidad, un biólogo marino y un experto cazatiburones se aventuran en el mar para matarlo.
Así que ya sabes. Cuando vayas a zambullirte este verano, no olvides primero otear el horizonte en busca de un aleta dorsal moviéndose sinuosa entre las olas.
¡Felices vacaciones!
Desde 1975, la fórmula del escualo asesino se ha repetido hasta la saciedad en el cine, al punto de volvernos casi insensibles. Pero en aquel entonces metió el miedo en el cuerpo de millones de espectadores. ¿Cómo lo consiguió Spielberg? Primero, gracias a un guion inteligente: te pone en tensión desde el minuto uno, sí, pero después sabe dosificarla. Segundo, una dirección maestra, y eso que era su primera película de gran presupuesto. Tercero, el trío protagonista conformado por Roy Scheider (el jefe de policía Martin Brody), Ridchard Dreyfuss (el biólogo Matt Hooper) y Robert Shaw (el veterano Quint), irreprochables en sus papeles.
Mención aparte merecen la banda sonora y los efectos especiales. La partitura de John Williams valió un Oscar e incluye unos angustiosos compases que alertan de la presencia del tiburón, tan famosos como el violín que nos pone los pelos de punta en la escena de la ducha de Psicosis. Y, como ésta, ya forma parte de la cultura popular contemporánea.
Sin embargo, música y sonido (otro Oscar) no habrían servido de mucho si el tiburón no diera la talla. Antes de la era digital, no era sencillo ingeniar un bicho creíble. Y no fue uno, sino tres tiburones mecánicos los que se usaron en el rodaje, porque la insistencia de Spielberg de filmar en agua salada, y no en un estanque dulce como era la norma, los averió uno tras otro. ¿Solución? Reservar el último para el tramo final de la cinta y, el resto del metraje, jugar con el suspense insinuando más que mostrando. La decisión se demostró acertadísima.
Una intensa campaña promocional precedió y acompañó al estreno del filme. Que éste tuviera lugar en verano, y no en Navidad, fue otra novedad en una cinta dirigida mayoritariamente al público adolescente y juvenil. Suele decirse que fue el primer blockbuster veraniego. ¡Y vaya si lo fue! En sólo dos semanas recuperó los costes de producción y todavía hoy es una de las películas más taquilleras de la historia. Creó un modelo a imitar y a Spielberg lo situó en las grandes ligas de la industria, un éxito que confirmarían Encuentros en la tercera fase, En busca del arca perdida o E.T.