Una tarde con Lorenza Machín
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Son pocos los momentos memorables que, en principio, relacionaríamos con nuestros trabajos. Parece que siempre nos espera algo mejor cuando se acaba la jornada, en los ansiados fines de semana o en las siempre cortas vacaciones.
Trabajo y placer son dos términos que no suelen estar estrechamente ligados. Pero tal vez tengamos la fortuna de vivir alguna mágica ocasión en la que ese orden de cosas se haga añicos y los cánones que dan forma a nuestro día a día salten por los aires, dejando una grieta por donde se cuela una luz refrescante y genuina.
Y eso fue Lorenza Machín en el Espacio Violeta el pasado 14 de mayo: una maravillosa explosión de sabiduría, generosidad y saber vivir. Pocos instantes tan emocionantes e íntimos hemos tenido la oportunidad de compartir en la Biblioteca Universitaria.
Lorenza Machín, “ese amor que se nos atropella”
Si no tuvieron la suerte de estar presentes en el encuentro, puede que les resulte excesivo el afecto con el que escribimos estas líneas. Puede ser. Pero hemos decidido seguir el consejo que nos dio la propia Lorenza y escribir sin filtros, desde el corazón, desde la verdad, porque así es ella y porque se lo merece.
Se lo merece por su cercanía, por su infinita amabilidad, por la naturalidad con la que nos contó su vida, haciéndonos sentir amigas desde siempre, espectadoras privilegiadas. Apenas unas horas desde que la habíamos conocido y ya nos tenía completamente rendidas a su risa, su buen humor y su energía envolvente.
Mapu Ñuque, Madre Tierra y las 13 mujeres
Lorenza Machín llegó al EV para presentarnos su documental “Mapu Ñuque, Madre Tierra”. Historias de doce mujeres de los dos lados del Atlántico: su Fuerteventura natal y un Chile que la recibió con los brazos abiertos de la mano de su amiga Maribel Lacabe, la escritora canaria afincada en la isla de Quinchao.
Descubrimos a esas doce mujeres, disfrutamos con sus historias, su música, sus voces, su apego a la Tierra, a sus ancestros y a su memoria. Aprendimos de su lucha, de su fuerza para apoyar a sus comunidades, de sus reivindicaciones, de sus diversas maneras de darse a las causas que defendían, de la sencillez y humildad con la que seguían adelante frente a numerosos obstáculos. Disfrutamos, aprendimos y nos emocionamos.
Una vez se encendieron las luces llegó lo más sorprendente, por espontáneo, por inesperado y por extraordinario.
La mujer número 13
De la mano de la maravillosa y violetísima Koldobi Velasco, otro encuentro lleno de fuerza y energía, reivindicación y positivismo; Lorenza nos contó la historia del documental y entonces descubrimos a la mujer número 13.
Lorenza viajó a tierras chilenas hace doce o dieciocho años –la precisión temporal no es lo suyo, a pesar de venirse con una apuntadora risueña y cordial- y algo se quedó dentro de ella. Solo años después, ese algo se manifestó con una voz alta y clara y le gritó a Lorenza que grabara un documental sobre aquellas vidas humildes y llenas de coraje.
Desde los trece mil euros que le pidió a un banco, siendo pensionista, porque esa era la cantidad que ponía en la publicidad del local (¿Cuánto necesitas, Lorenza? Pues con los 13 mil que pone en el cartel, me apaño). Pidió presupuesto a un técnico de imagen, se compró un billete y se dispuso a cruzar el enorme charco azul para lograr su objetivo. Algo se torció y el presupuesto no le cuadraba de ninguna manera. Así que, gracias a la insistencia de su amiga Maribel, se fue a Tenerife, se compró una cámara de 250 euros, anotó en un papel las instrucciones básicas que le daba su hija para encender, apagar y no mover incorrectamente el nuevo y modernísimo aparato y se fue a Chile.
Y Lorenza hizo lo que esa voz, desde muy adentro, le había dicho que hiciera. Feliz, orgullosa y contenta, nos cuenta hoy que sabe que sus 73 años no la dejarán volver a esa tierra amiga pero que ella hizo lo que tenía que hacer y eso la llena de paz.
Cuántas vidas en una sola
No puedo cerrar este perfil bastante anárquico que me ha salido, espero que me sepan disculpar, sin hablar de la Lorenza feminista, luchadora, activista social. Una auténtica Betty Friedan majorera.
Igual que la feminista estadounidense, Lorenza batallaba en la calle una guerra que en casa tenía perdida. Mientras luchaba por los derechos de las mujeres, no se dio cuenta de que su propio hogar carecía de ese principio básico.
Al igual que miles de mujeres de todos los tiempos y de todas las edades - aunque ella crea que es cosa de otra época- Lorenza había hecho una vida que no había elegido… que nunca se había cuestionado: había que tener novio, lo tuvo; había que casarse, se casó; había que tener hijos, los parió.
¿Y dónde quedaba lo de ser feliz? Como seguramente diría la propia Lorenza. Y empezó a hacerse preguntas y a buscar respuestas: cambió de vida, se quedó con los frutos de aquel matrimonio y empezó un nuevo capítulo de su maravilloso libro vital.
Ahora sí, ahora como ella quería. Se enamoró, se hizo poeta –es lo que tiene el amor-, se hizo actriz –es lo que tiene la sinceridad, para ser otra hay que hacer teatro-; salió del armario -en el que no sabía que estaba- y empezó a VIVIR. Y todo ese vendaval de vida tuvimos el placer de compartir el pasado martes.
Si tienen la oportunidad de coincidir con esta maravillosa mujer, no pierdan la ocasión. Disfruten del meneo que les dará a su existencia y dispónganse a aprender y a sonreír, con ella no hay otra.
Gracias, Lorenza, un placer.