The Wall (1979)
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Si la caída del Muro de Berlín fue un acontecimiento internacional, una década antes lo había sido otro, de muy distinta naturaleza, pero, a su modo, también espectacular e impactante. Porque no hay mejor manera de definir al que sería el último gran disco de Pink Floyd y uno de los más influyentes en la historia del rock.
Al filo de cumplirse el 40 aniversario de su publicación, nuestro disco del mes no puede ser otro que esa joya musical titulada The Wall (CD 3125).
En 1979, la banda británica, surgida a mediados de los 60 bajo el liderazgo de Syd Barrett, estaba en la cúspide del éxito. Después de experimentar con la psicodelia y de haber alcanzado la fama mundial gracias a elepés como The Dark Side of the Moon o Wish You Were Here, el ahora cuarteto (Roger Waters, voz, bajo y líder en ausencia de Barret; David Gilmour, voz y guitarra; Richard Wright, teclados; Nick Mason, batería) era un referente del rock progresivo. Sin embargo, a finales de los 70 el panorama musical estaba cambiando a marchas forzadas. Los discos conceptuales y ambiciosos, los temas largos y complejos, cedían ante el empuje, la frescura y la rebeldía del punk y el pop de la emergente New Wave.
Y fue entonces que a Waters se le ocurrió grabar The Wall. Una ópera rock en toda regla, que puso el broche de oro a dos décadas de un estilo musical popularizado en títulos emblemáticos: Tommy y Quadrophenia (The Who, 1969 y 1973, respectivamente), Jesus Christ Superstar (Andrew Lloyd Weber/Tim Rice, 1970; película en 1973), o The Lamb Lies Down on Broadway (Genesis, 1974). Al igual que ellos, el nuevo trabajo de los Floyd narraba la historia de un personaje; en este caso, un álter ego del desdichado Syd Barrett, cuyos problemas mentales y con las drogas habían influido en su marcha del grupo. De ahí las letras impregnadas de frustración, dolor y alucinaciones.
Pero The Wall es bastante más que una extrapolación del drama vital de Barrett. La idea de un muro que separa al artista de los fans rondaba la cabeza de Waters, quien acabó transformándola en un grito contra la alienación del individuo y una reflexión pesimista sobre los traumas familiares, sentimentales y sociales: sucesivos ladrillos en un muro que encierra y aisla. Como ves, un tema difícil, pero al que el talento de estos cuatro músicos dotó de un envoltorio atractivo: desde la aterradora dulzura de Goodye Blue Sky y las formas teatrales de The Trial, a la dureza rock de Into the Flesh?. Incluso, tiene cabida un himno pop que no desentonaba en las discotecas de la época. Another Brick in the Wall Part II (2:21 en el vídeo), una crítica al sistema educativo inglés y, sin duda, la canción más famosa de Pink Floyd, fue el primer sencillo promocional y el más vendido de todos los suyos (340.000 copias en apenas cinco días, en un tiempo en que solo existían las ventas en formato físico):
De los 26 temas incluidos en el doble álbum, 22 llevan la firma exclusiva de Waters. Este concibió The Wall como un proyecto personal, antes que como un trabajo colectivo, prácticamente relegando a sus compañeros al papel de músicos de estudio. Llegó a forzar la salida de Wright; no obstante, se le incluyó en los créditos y participó en la gira promocional en calidad de músico asalariado. El ahora trío todavía sacaría un elepé más, The Final Cut, que supuso la definitiva ruptura. El bajista emprendió una carrera independiente y, tras una disputa judicial, Gilmour y Mason se quedaron con el nombre de la banda; Wright se reincorporó entonces, primero como músico de sesión y luego como miembro de pleno derecho.
El lamentable final del Pink Floyd de Waters no desvirtúa que The Wall fuera un éxito de crítica y, sobre todo, comercial: literalmente, los salvó de la bancarrota provocada por el escándalo, al comienzo de aquel 1979, de la empresa que gestionaba sus ingresos. Tres años más tarde, Alan Parker trasladó la música al cine, con guion de Waters y el cantante Bob Geldorf en el rol protagonista (Pink); la fuerza perturbadora de sus imágenes contribuyó decisivamente a forjar el carácter icónico de la obra. Aún conocería otras encarnaciones de la mano de Waters, mutando el mensaje original en derivas socio-políticas: un concierto en 1990 celebrando la caída del Muro de Berlín, y una gira mundial de tres años (2010-2012).
¿Es realmente The Wall el más grande disco de rock? ¿La obra maestra de Pink Floyd (con permiso de Dark Side)? Cuestión de opiniones. Lo innegable es el poder conmovedor de aquella música. Compruebalo en esta versión en vivo de Comfortably Numb en la reunión de 2005 que cerró la vieja herida. Las esencias blues y rockeras de Gilmour se ponen de manifiesto en el inmenso solo de guitarra final (4:25):